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¿Inmoralidad  y sicalipsis en la escena donostiarra?

¿Inmoralidad y sicalipsis en la escena donostiarra?

Las actuaciones de los Ballets Rusos en el Victoria Eugenia no estuvieron exentas de polémica

I. DE ARANTZIBIA

Martes, 23 de agosto 2016, 10:28

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El espectador del siglo XXI difícilmente puede comprender la revolución que supuso la aparición de los Ballets Rusos en escena y los enconados debates que generó. Baste saber que el estreno de 'La consagración de la primavera' (1913) terminó en una batalla campal en el parisino Théâtre des Champs-Élysées.

Las actuaciones de la compañía rusa en el Victoria Eugenia no estuvieron exentas de polémica, zanjada de plano por nuestra cabecera homónima en su crónica fechada el 20 de agosto de 1916. «Las pantomimas rusas ejecutadas anoche no pueden tacharse lo más mínimo de inmorales ni sicalípticas (realizadas con malicia sexual y picardía erótica); resultan en conjunto con una visualidad y fastuosidad admirables y como el decorado es preciosísimo, los artista de baile, notabilísimos y puede aplicarse este mismo calificativo a la orquesta, resulta una fiesta que tiene adquirido justo renombre».

El interés que despertó la presencia en la Bella Easo de la troupe de Diaghilev llevó a dos primeras espadas de la crítica a desplazarse a la capital guipuzcoana. Codirectores ambos de la Revista Musical Hispano-Americana (1914-1918), Adolfo Salazar (1890-1958) escribió unas críticas mejor versadas en La Voz de Guipúzcoa, mientras que los textos de Rogelio Villar (1875-1937) en El Pueblo Vasco, resultan más epidérmicos, centrándose principalmente en aspectos musicales que eran su mejor especialidad. No obstante, los dos eran conscientes de la dificultad del público para contextualizar en su justa medida el fenómeno de los Ballets Rusos.

«Muchas personas no comprenden el sentido artístico, sutil de los Bailes Rusos, pues toman por acrobáticos, por cosas de circo, ciertos saltos atléticos, en que las figuras se suspenden en el aire cadenciosamente, pareciendo de goma por su elasticidad, tan características del arte ruso que ha hecho del ritmo un rito», explicaba Villar.

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